A menudo, quienes nunca han vivido en distintas partes del mundo consideran la emigración como un proceso estresante y lleno de frustraciones. Históricamente, quienes han emigrado de las partes más ricas del planeta han sido los más desfavorecidos (p.e. italianos hacia distintos países de América), y en la actualidad los mayores flujos migratorios proceden de países del Tercer Mundo hacia países del Primero.
Por todo esto, este prejuicio tiene cierto sentido, porque está basado en esas informaciones, y sin embargo se equivoca de parte a parte, porque desatiende un fenómeno silencioso, que es la emigración desde Europa hacia las economías emergentes, como son Latinoamérica, China, India… De todas ellas, la más atractiva es la primera. No sólo por la calidad de vida y por la cercanía cultural, sino también por poseer democracias mucho más consolidadas en comparación con el resto.
Los profesionales, frecuentemente recién licenciados, que emigran hacia otros países más ricos que el suyo propio (por ejemplo, españoles e italianos hacia la zona DACH, el Reino Unido o los países escandinavos) se encuentran con dificultades para acceder a los puestos de trabajo deseados, sea por saturación de su sector laboral, por cuestiones idiomáticas, por acceso geográfico hacia los espacios donde existe demanda de sus habilidades, por desconocimiento del entorno etc. Por cada historia de éxito, convenientemente narrada, existen muchos fracasos donde estos jóvenes terminan realizando trabajos no cualificados en los grandes centros gravitatorios que son las ciudades en vez de filtrar hacia los entornos donde serían requeridos. Y, aunque sean bien acogidos, siempre se los puede ver por una parte de la población local como extranjeros de países más pobres que vienen a tomar más que a dar.
Sin embargo, en Latinoamérica no existen estas dificultades lingüísticas, los europeos son ampliamente bienvenidos tanto profesional como culturalmente. También se desplazan profesionales asentados, empresarios que ven un campo virgen para nuevas oportunidades de negocio, pensionistas que desean iniciar una segunda vida, nómadas digitales ávidos de experiencias…
El proceso para trasladarse a un nuevo país nunca ha sido cómodo, y sin embargo, nunca hasta ahora lo había sido tanto. La inmigración ha sido normalmente para los desfavorecidos, y sin embargo, nunca hasta ahora había resultado tan atractiva para las personas con recursos profesionales, vitales o económicos.
El cambio de aires supone, además, numerosas ventajas para la salud de nuestro cerebro.
- En primer lugar, porque las experiencias excitantes son más satisfactorias que la adquisición de objetos. Cuando residimos en un país extranjero, el día a día se convierte en una sucesión de estímulos novedosos que fortalecen nuestra estructura mental mejor que mil sudokus.
- Está ampliamente demostrado que la vida expat beneficia la creatividad. Esto no debe ser entendido únicamente como una cuestión artística, sino como una habilidad para encontrar nuevas soluciones y pensar «out of the box» en cualquier situación profesional, social, personal…
- La experiencia multicultural:
- Facilita la flexibilidad mental, p.e. la capacidad de resolver problemas de múltiples maneras.
- Aumenta la conciencia de conexiones y asociaciones subyacentes, así como de la conciencia sobre uno mismo.
- Ayuda a superar la fijación funcional, que son esos automatismos de los que no somos conscientes, cosas que damos por sentadas y que, al cuestionarlas, nos permiten encontrar nuevas formas de resolver problemas.
- Salir de la rutina y obligarse a explorar nuevos entornos aporta beneficios coronarios en hombres de mediana edad. Si además es en un entorno relajado, menos sujeto al estrés de la vida occidental, como es la sociedad paraguaya, el beneficio será mucho mayor. La actividad física derivada hará que nuestro cerebro se encuentre mejor irrigado, con todas las energías necesarias para mantenerse en forma.
- Tanto las estancias cortas en el extranjero como las largas se asociaron con aumentos en apertura y amabilidad y una disminución en el neuroticismo (ansiedad, inestabilidad emocional, inseguridad, tendencia a sentirse culpable). El beneficio observado era mayor cuanto más tiempo se vivía esta clase de experiencia positiva.
De manera que vivir en otro país posee múltiples beneficios para la salud cerebral y coronaria disponibles para cualquier edad. No sólo aumenta la calidad de vida, sino que además mejora las propias capacidades profesionales y personales de cara a nuevos proyectos. Si, además, desea eliminar riesgos y fuentes de tensión, Living in Paraguay, la única empresa europea especializada en la consultoría para obtener la residencia permanente en Paraguay, puede asesorarle para que se quede únicamente con los beneficios de la experiencia.