El río que da nombre a Paraguay divide el país en dos regiones principales: la oriental y la occidental.
La oriental es la más urbana, la más poblada y económicamente más desarrollada. Sus zonas rurales están destinadas principalmente a la producción agrícola.
El Chaco, o región occidental, es la parte menos poblada, más seca y se destina sobre todo a la cría de ganado bovino. Por estos motivos, los terrenos en el Chaco han sido tradicionalmente mucho más económicos. No obstante, con la evolución de las tecnologías agrarias, posee el mayor potencial tanto para la agricultura como para mejorar las cabezas de ganado que puede mantener. Es el caso de la zona de Boquerón, en el extremo más occidental del país, donde las precipitaciones son escasas, pero donde el terreno es rico en fósforo y que, con nuevos métodos de riego, presenta un espacio tradicionalmente poco explotado, a precios ínfimos incluso dentro del país, y con mucho potencial de revalorización.
Ambas regiones presentan una tasa de crecimiento impresionantes: en los últimos diez años, los terrenos se han revalorizado a pasos agigantados, con un crecimiento anual nunca inferior al 8% (mínimo histórico de 2003).
La fertilidad de la tierra está fuera de toda cuestión y Paraguay cultiva y exporta soja, maíz, algodón, trigo…
Otro atractivo a tener en cuenta es que los productos agrícolas para la alimentación son intercambiables y pueden ser vendidos en cualquier divisa mayor, por lo que no tienen ninguna dependencia directa con el valor del guaraní.
A pesar de su potencial y de sus años de fuertes subidas, los precios por hectárea siguen siendo más bajos que los de los países vecinos. La adquisición de tierras está abierta a extranjeros, con la única excepción de los terrenos a menos de 50 km de los confines del país para los ciudadanos y empresas de Argentina, Bolivia y Brasil por motivos de seguridad fronteriza. Es decir, europeos y norteamericanos pueden adquirir tierras y obtener beneficio.
Para la adquisición de tierras, el Código Civil paraguayo establece que la transferencia de la propiedad debe realizarse mediante una escritura pública que será aportada al Registro Público de la Propiedad. Los certificados de libre disposición del título (esto es, que el propietario anterior es libre de cederlo) así como los certificados tributarios se obtienen previamente a la redacción de la escritura. Aparte de estos requisitos formales, debe investigarse debidamente toda la documentación con el fin de asegurarse de que no haya ningún defecto en los antecedentes del título o ninguna restricción de uso de ese terreno concreto en la legislación (p.e. preservación del medio ambiente o de la vida silvestre). Por último, la presencia de actividades mineras y de explotación petrolera en aumento hace recomendable determinar la existencia de derechos de exploración y explotación que podrían, llegado el caso, afectar al propietario del terreno en la superficie.
En esta compra se aplicará un IVA a un 1,5% sobre el precio de compra y los impuestos derivados de las ganancias de capital dependerán del estatus del propietario (si es una empresa, un particular residente en el país, un no residente…).
Es costumbre que, a no ser que se acuerde de otro modo, las costas notariales y los gastos de la transferencia se dividan a partes iguales entre el comprador y el vendedor.
La Dirección Nacional de Catastro establece la valoración fiscal y generalmente la tasa es del 1%. Aun así, conviene comprobarlo antes de la adquisición del terreno y es el tipo de comprobaciones que hacemos desde Living in Paraguay antes de aconsejar o desaconsejar una inversión inmobiliaria. Una tasa adicional al latifundismo se aplica a las propiedades de más de 20000 hectáreas (en la Región Occidental) y de más de 10000 si se encuentra en la Oriental.
Por último, en la tasación valoraremos si el terreno dispone de acuíferos subterráneos, si está debidamente acotado o vallado, un fácil acceso, etc. que pueden suponer una variación en el precio por hectárea.
Aunque el mercado inmobiliario urbano es el que más desarrollo está teniendo, no ensombrece el crecimiento de las transacciones de compra-venta de terrenos de cultivo para la explotación agrícola o ganadera. En ambos casos han experimentado un crecimiento sostenido de su valor y suponen una inversión que supera en rentabilidad a las de muchos otros sectores.