Cuando mi familia llegó a Asunción, estaban preocupados porque no sabían qué se iban a encontrar. Yo ya llevaba aquí varios meses, pero sospecho que no le daban mucho crédito a lo que les contaba para calmar sus recelos.
En concreto, mi Mario, el pequeño, fruncía el ceño y lo miraba todo con desconfianza. El mayor tenía más curiosidad, pero el benjamín al principio no quería despegarse de mí o de su madre.
A día de hoy, ya más mayores, hasta mis hijos se toman el pelo mutuamente y ríen de sus propios temores cuando llegaron a lo que ahora consideran su hogar. Hicieron amigos en el colegio, fueron muy bien acogidos por los vecinos y no echaron en falta ninguna comodidad a la que estaban acostumbrados. Es por esto que es importante para nosotros dar toda la información posible: para prevenir cualquier resquemor infundado a través del conocimiento.
Vinimos por las ventajas económicas, sobre todo impositivas, que encontramos, pero nos quedamos por la calidez de su gente y por la calidad de vida.
Los paraguayos sienten la hospitalidad como un rasgo nacional del que están muy orgullosos y de ahí que sea un rasgo cultural el esfuerzo que hacen para hacer sentir al visitante como en casa.
Como ya llevaba seis meses en Asunción, pude solicitar el permiso de residencia, que aquí se llama Radicación Permanente, aportando una serie de documentos (certificado de penales, como el lógico, certificado de nacimiento, entre otros). Para los niños, nos pidieron además una declaración jurada, lo cual me extrañó al principio, pero luego comprendí que, si lo piensas, se trataba más de una medida de protección hacia los menores que por ninguna otra cosa.
Cualquier gestión se ha visto facilitada siempre por el idioma común. El idioma más hablado es el español, con algunos pocos giros que, al principio, se prestaron a varios malentendidos bastante simpáticos (lo habitual, palabras que suenan a un taco y luego no lo son o al revés) en ambos sentidos. Eso sí, te acostumbras en dos tardes y, desde entonces, “nos hallamos”.
Además, también se habla guaraní, sobre todo fuera de Asunción, pero nunca ha sido un problema, al revés. Eso sí, reconozco que hay algunas palabras en lengua guaraní que nunca he llegado a pronunciar bien.
El siguiente paso que daremos será a finales de este año, cuando cumplamos tres desde la Radicación en Paraguay, que consistirá en solicitar la doble nacionalidad y así obtener el pasaporte paraguayo. No renunciamos a nada de España y al mismo tiempo podemos viajar con él por el mundo con toda libertad, así como asegurar las inversiones de nuestros ahorros para que el día de mañana, ya mayores, las puedan disfrutar Mario y Gustavo, sin tener que pagar una cuarta parte en impuestos.
Hace un par de años conocimos a unos italianos que ya habían adquirido la doble nacionalidad: para ellos fue un trámite rápido, seguro y económico, sobre todo si lo comparamos con la misma gestión en muchas otras burocracias del mundo.
Al principio, mis suegros y mi padre no lo acababan de ver. Luego se dieron cuenta de que, siendo de distintas partes de España, tampoco iban a poder ver a sus nietos cada día y en cambio hablan con ellos incluso a menudo, a través de Skype, o les pueden contar un cuento con los audios de Telegram. Mario siempre se duerme antes de que el cuento leído con la voz de su abuelo materno se termine, pero es perfectamente consciente de que al día siguiente lo puede volver a pedir.
Ahora, habiendo venido un par de veces a visitarnos, y con la llegada de la jubilación, mis suegros empiezan a plantearse mudarse también aquí. No con nosotros, pero sí a Asunción. Disfrutarán de su pensión española, ganada después de una vida de esfuerzo y sacrificio, pero sin el aumento del coste de la vida que les restaba capacidad adquisitiva. Contarán con un sistema de Sanidad envidiable, con un clima muy acogedor, con mucha más liquidez de la que tendrían en Santander, con un estilo de vida tranquilo y seguro, estarán rodeados de gente amabilísima y, de verdad, muy cercana en el trato…
En fin, tanto si se deciden como si no, nosotros seguiremos en esta aventura y esta segunda vida que sólo costó lo que costó superar el recelo inicial y que volveríamos a hacer sin dudarlo, porque conservamos todo lo bueno que ya teníamos de España y ganamos otro país más.